El próximo mes de marzo se conmemora un nuevo Día Internacional de la Mujer, ocasión propicia para reflexionar sobre los avances y retrocesos que las mujeres han presentado en el país, particularmente en el ámbito laboral.
Según estadísticas del mes de Enero 2023 publicadas por la Fundación ChileMujeres y el Observatorio del Contexto Económico (OCEC) de la Universidad Diego Portales, la asignación cultural de roles tiene consecuencias sobre la distribución del empleo según sexo, provocando una división sexual, en donde las mujeres tienden a emplearse proporcionalmente más en aquellas ramas cuyos estereotipos y normas sociales indican que ellas son más aptas, y lo mismo ocurre con los hombres, que tienden a concentrarse más en ciertas áreas. Lo anterior se traduce en que el acceso a ciertas ocupaciones en el mercado laboral queda restringido de manera preferencial a uno u otro sexo. Esto limita las posibilidades de desarrollo de las personas y genera efectos negativos sobre la capacidad de generar ingresos. En Chile existen actividades económicas altamente masculinizadas como Construcción (apenas 8,5% de los ocupados son mujeres al trimestre septiembre-noviembre 2022), Minería (13% de los ocupados son mujeres) y Suministro de electricidad y gas (15,4% de los ocupados son mujeres). Otras, están altamente feminizadas como Actividades de los hogares como empleadores (solo 16,9% de los ocupados son hombres), Salud (27% de los ocupados son hombres) y Enseñanza (28,1% de los ocupados son hombres).
Comparando la situación actual con la observada el año 2017 hay un progreso leve en cuanto a reducir la masculinización de las ramas de Construcción, Minería y Suministro de electricidad y gas. Así, en la Construcción la proporción de mujeres en el total de ocupados fue de 6,9% en 2017, mientras que en la actualidad (trimestre septiembre-noviembre 2022) se ubica en 8,5%. En la Minería, la proporción de empleo femenino era de 8,6% en 2017, cifra que actualmente es del 13%. Por su parte, en la rama de Suministro de electricidad y gas la proporción de empleo femenino en el total era de 12,4% en 2017 y es de 15,4% al trimestre septiembre-noviembre 2022.
El aumento de la prevalencia de empleo femenino desde 2017 en las ramas de Construcción y Minería está liderado por el segmento de alta calificación. Si bien las mujeres están logrando una mayor inserción en ocupaciones de mayor complejidad y responsabilidad en estas ramas, el progreso es muy moderado o nulo en ocupaciones de mediana y baja calificación, lo que da cuenta de un desafío muy relevante aún en materia de reducir el elevado grado de masculinización en estas actividades económicas.
Al comparar el trimestre septiembre-noviembre 2022 con el mismo periodo del año anterior, se observa una fuerte alza de la tasa de desempleo femenino, desde 7,6% a 8,7%, es decir, un incremento de 1,1 puntos porcentuales. Por el contrario, en el caso de los hombres, se observa una disminución muy leve, pasando de 7,5% a 7,4% en el último año. El fuerte aumento de la tasa de desempleo femenino respecto al mismo periodo del año anterior obedece a que si bien el empleo de mujeres creció al 5,8% anual, este incremento no fue suficiente para absorber totalmente el aumento de la fuerza laboral femenina que creció 7% anual. En consecuencia, si bien es positivo que se recupere la participación laboral femenina, el dinamismo del empleo no ha sido lo suficientemente alto para permitir la inserción laboral efectiva de todas las mujeres que se han incorporado (y reincorporado) a la fuerza laboral.
Por otra parte, las cifras de la Encuesta Nacional de Empleo del INE arrojan que al trimestre agosto-octubre 2022 la población de mujeres en edad de trabajar (de 15 años o más) son 8.225.917. De ellas, el 50,2% están inactivas (4.131.473). Y de las inactivas, el 32,9% lo está por razones familiares permanentes (equivalente a 1.359.758 mujeres). Estas cifras implican que el 16,5% del total de la población de mujeres en edad de trabajar está fuera de la fuerza laboral por razones familiares permanentes, mientras que apenas el 0,9% de la población de hombres de 15 años y más está inactivo por estos motivos (equivalente a 67.753 hombres).
Si bien entre la población femenina de 15 años y más la prevalencia de inactividad por razones familiares permanentes es del 16,5% ese promedio esconde grandes diferencias entre distintos segmentos de mujeres. Si desglosamos según nivel educativo se aprecia que en los niveles educativos más altos la prevalencia de inactividad por razones familiares permanentes es considerablemente menor que en los segmentos de población femenina con menor nivel educativo. En el primer caso, las mujeres con educación superior completa o incompleta, presentan una prevalencia de inactividad por razones familiares permanentes entre 9,8% y 9,0%. En cambio, entre las mujeres con educación secundaria completa o menor, va entre 21,6% y 19,5%. Este resultado es esperable en la medida que para aquellas mujeres con mayores niveles educativos el costo de oportunidad de restarse de participar en el mercado laboral es mayor, pues al ser su productividad laboral mayor, tienen potencial de generar mayores ingresos laborales.
Estos datos presentan evidencia contundente acerca de la aún persistente brecha de género existente en el mercado laboral en materia de ocupación, sin mencionar la relativa a remuneraciones, lo que implica un desafío urgente y significativo para todas las organizaciones privadas y estatales en materia de equidad y diversidad.
Consideremos que las mujeres enfrentan grandes desventajas en el mundo del trabajo. Les pagan menos que a los hombres, incluso cuando hacen lo mismo. En todos los países del mundo las mujeres que trabajan a tiempo completo (menos de un 80%, según ONU MUJERES).
Las causas para este fenómeno se han analizado desde dos ámbitos. El primero es la discriminación en el mercado de trabajo, que está ampliamente documentada y se da cuando dos trabajadores idénticamente productivos reciben compensaciones diferentes únicamente por cuenta de su sexo. Un ejemplo famoso es el estudio que analizó las audiciones para seleccionar músicos en las orquestas de Estados Unidos. Las mujeres tenían una probabilidad mucho menor de ser elegidas salvo en los casos en los que la identidad (y el sexo) de los músicos aspirantes se ocultaba detrás de una pantalla. Este doble estándar en la evaluación de desempeño profesional de las mujeres también se ha documentado en otras ocupaciones, como los profesores y los profesionales corporativos. Además, se ha encontrado evidencia de discriminación al momento de la contratación: por ejemplo, en estudios similares en Perú y en Francia, investigadores enviaron hojas de vida falsas que eran idénticas salvo por el sexo del candidato y encontraron que, cuando se trataba de un hombre, la probabilidad de respuesta por parte del empleador era mayor.
Patrones de comportamiento y normas sociales
Un segundo grupo de estudios se ha enfocado en patrones psicológicos que pueden incidir en el mercado laboral. Numerosos experimentos muestran que las mujeres son más adversas al riesgo, tienen menor preferencia por ambientes competitivos y son menos dadas a sobreestimar sus habilidades que los hombres. La evidencia a que estas diferencias en patrones psicológicos no se deben sólo a aspectos biológicos, sino también a normas sociales que construyen identidades.
Las normas sociales también imponen mucho mayores responsabilidades domésticas a la mujer. Desde Iraq hasta Suecia, en todos los países del mundo, las mujeres dedican más tiempo a oficios del hogar, incluso cuando ellas son trabajadoras de tiempo completo. Y esto tiene efectos claros sobre su empleabilidad.
¡MUCHO QUE HACER TODAVIA!
Fuentes: Fundación Chile Mujeres y BID